lunes, 17 de febrero de 2025

¿Libres o esclavos? LA VUELTA AL COLE *

 * Nota publicada en el diario La Mañana – febrero 2024

 Por Claudia Forastieri

En este nuevo inicio del ciclo lectivo cabe preguntarnos: ¿Estamos educando para el futuro o solo reproducimos la sociedad actual? Y la más importante, a mi juicio: ¿educamos para que sean seres libres o para que se adapten mejor al sistema?  ¿libres o esclavos sumisos?

El comienzo del ciclo lectivo siempre genera un movimiento social importante: estudiantes, padres, profesores, maestros, libreros, editoriales… todos tienen útiles, “herramientas” que preparar: mochilas, cartucheras, lápices, guardapolvos, libros y uniformes. Por lo tanto, no es solo un movimiento educativo: los comercios y la industria del rubro producen y venden, amén de que también hay que preparar las materias, estudiar y hacer planificaciones más o menos reales.  Pero la Escuela como institución no es el único lugar donde se aprende ni el primero que educa.

Una pensadora de nuestro tiempo y de nuestra tierra, Silvina Gvirtz[i] (2011) afirma que la educación es un fenómeno social. Educamos a los niños desde que nacen, el ámbito familiar es donde se enseña y donde se producen los primeros aprendizajes, desde aprender a decir palabras, caminar, sentarse a la mesa, lavarse las manos, jugar en equipo… Se enseña, y se aprende, aunque no tengamos el expreso propósito. Y luego, la ciudad también es educativa, como lo mencionaba hace dos semanas en este semanario, refiriéndome exclusivamente a la ciudad de 25 de Mayo: nos enseña de donde venimos, quienes son nuestros ancestros, nuestros “próceres”, (las plazas, los monumentos, el nombre de las instituciones, la disposición geográfica de todo ello).Pero además de eso, los seres humanos hemos inventado una extraordinaria forma de transmitir nuestro conocimiento y también nuestro legado. Sí, me estoy refiriendo a la Escuela como institución, al sistema educativo. Este último propone lo que llamamos educación formal y sistemática. El sistema educativo, en manos del Estado, brindando educación con un objetivo claro y concreto de educar a sus ciudadanos, organizado en niveles de enseñanza (desde el jardín de infantes hasta la educación terciaria y o universitaria) con una gradualidad técnica y específica (1er grado, 2do, 3ro, etc)  No sé si alguna vez se lo preguntaron, pero el interrogante aquí es ¿por qué es el Estado el que se ocupa de la educación de los ciudadanos?

Esa pregunta tiene más de una respuesta. Una de ellas hace alusión a la responsabilidad ineludible del Estado de cuidar de sus ciudadanos, de su bienestar, y eso incluye, por supuesto, educarlos para que el futuro resulte más amable, más próspero. Otra de las respuestas tiene que ver con el origen mismo del Estado, cuando en la Europa de los siglos XVI y XVII nace la idea de una nueva forma de conformar sociedades en torno a una organización política y territorial, donde el poder estuviera centralizado (el Estado moderno). Esto conllevaba la educación del pueblo, para hacer posible la cohesión social, la consolidación del orden, un mayor nivel de productividad, de obediencia, y el cumplimiento de los objetivos impuestos por la clase gobernante. 

Pero podríamos seguir preguntándonos: si no es el Estado, ¿quién se ocuparía de la educación de los jóvenes? ¿Qué les enseñaríamos? ¿qué es prioritario enseñar para preparar a las nuevas generaciones para los desafíos venideros? ¿estamos educando para el futuro o solo reproducimos la sociedad actual? Y una de las más importantes a mi juicio: ¿educamos para que sean seres libres o para que se adapten mejor al sistema?  ¿libres o esclavos sumisos?

En el siglo XIX, en nuestro país, un grupo político llamado “los anarquistas” pensó la educación fuera de la órbita del Estado, por considerar que éste todo lo que haría sería “formar” súbitos, esclavos sumisos al poder. Como alternativa a la educación del Estado, proponían las llamadas Escuelas Comunitarias. En estas escuelas, (que funcionaron antes de la ley 1420) era la comunidad la que decidía qué debía enseñarse, qué era necesario que los jóvenes aprendieran para llegar a ser ciudadanos responsables en el ejercicio de sus derechos y obligaciones, o sea, “personas de bien”. 

 

Por eso en este nuevo inicio (ya transcurriendo la tercera década del siglo XXI), los interrogantes acerca de la educación se mezclan con el tipo de país que queremos ser, o en el que queremos convertirnos. Por eso es tan importante, porque hay mucho en juego, porque es una nueva oportunidad para pensarnos, para ver hacia dónde vamos y hacia dónde queremos ir.

La Escuela como tal, provee una formación para el mundo, pensada desde el Estado y con ciertos valores (los democráticos, por ejemplo) que quizás chocan abruptamente con los del Mercado y del mundo neoliberal capitalista. La educación “forma” (da forma) o “deforma”, con todo lo que ello implica. Si formar es dar forma, deformar es sacársela o invertirla. Como decíamos al principio, los niños y jóvenes llegan a la escuela sabiendo un montón de cosas, ajenas a los intereses de la institución, pero con conocimiento, por ejemplo, el que le dieron los medios de comunicación.

Quizás esta semana sea una semana clave para pensar la educación en nuestro país.

Quizás tengamos que preguntarnos nuevamente que ciudadano queremos formar.

Quizás tengamos que revisar si lo que enseñamos son buenas herramientas para el futuro cercano. Si todo el conocimiento está al alcance de la mano, quizás debamos enseñar los criterios para que puedan discernir posturas ideológicas, políticas, de mercado.

Quizás estaría muy bueno pensarlo.

 




[i] Silvina Gvirtz es doctora en educación, publicó numerosos libros entre los que se encuentra “La educación ayer, hoy y mañana” ed.Aique

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